viernes, 2 de octubre de 2009

Consuelo

Una dama, de respetable edad me pidió cuidara su lugar.

Trató de usar el teléfono público que estaba cerca, estuvo

buen rato pero al parecer no sabía ocuparlo. Volvió a su lugar

adelante del mío. De mi bolsillo saqué dos de las antiguas,

pero antes le pregunté si quería cambio, las aceptó y fue

por el teléfono otra vez.


Vestía pantalón de tela y chomba negra, son casi diez y media,

me queda un largo camino. Olvidemos a la dama; porque me giré

por curiosidad. Niña veinteañera, semejante a mi situación.


Su telefono irrumpio el no silencio, de todas formas contestó. Habló

muy poco, su rostro se entristeció. Recibió varias de esas llamadas,

al parecer cada una la dejaba peor, casi en la última comenzó a llorar.

Me dió un poco de pena y la observé, cuando colgó se dió cuenta que yo la

miraba y me abrazó con fuerza buscando consuelo. No supe porque lloraba.

Guille.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que suerte la de ella, en ocasiones se necesita ese tipo de abrazos. Creeme.


Cuando la Música Acabe