Una dama, de respetable edad me pidió cuidara su lugar.
Trató de usar el teléfono público que estaba cerca, estuvo
buen rato pero al parecer no sabía ocuparlo. Volvió a su lugar
adelante del mío. De mi bolsillo saqué dos de las antiguas,
pero antes le pregunté si quería cambio, las aceptó y fue
por el teléfono otra vez.
Vestía pantalón de tela y chomba negra, son casi diez y media,
me queda un largo camino. Olvidemos a la dama; porque me giré
por curiosidad. Niña veinteañera, semejante a mi situación.
Su telefono irrumpio el no silencio, de todas formas contestó. Habló
muy poco, su rostro se entristeció. Recibió varias de esas llamadas,
al parecer cada una la dejaba peor, casi en la última comenzó a llorar.
Me dió un poco de pena y la observé, cuando colgó se dió cuenta que yo la
miraba y me abrazó con fuerza buscando consuelo. No supe porque lloraba.

Guille.
1 comentario:
Que suerte la de ella, en ocasiones se necesita ese tipo de abrazos. Creeme.
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